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—Tengo buenas noticias. Dos, para ser exactos.
—¿Sí? ¿Has localizado a ese tal Bigman?
—Bueno... No seamos impacientes. Empecemos por la noticia número uno, que así es más emocionante —dijo Ernest con cierta teatralidad. Y mostrando la nota impresa que le habían asignado analizar, apuntó—: En el propio papel, si se fija usted, cuando le aproximamos una luz ultravioleta —el mejor invento de la humanidad después de la rueda y el sexo oral—, en una esquina aparecen unas marcas cuasi imperceptibles...
Esparza miró detenidamente y vio apenas cinco puntitos minúsculos en un extraño orden.
—No me lo diga. Son restos de ADN del individuo —le recriminó con desprecio. Algo tan insignificante podría ser cualquier cosa, posiblemente desde micro gránulos de grasa de los dedos de cualquiera que hubiera sobado esa nota (que eran muchos) hasta una mota de polvo que pasaba por allí y en su leve roce con el papel alteró la composición química de la celulosa.
—Pues no, pero casi. En realidad es la huella digital de la impresora que se usó para imprimir la nota.
—Las impresoras no tienen huellas digitales. ¿Me tomas el pelo?
—No, para nada. Los fabricantes de impresoras y fotocopiadoras imprimen estas pequeñas marcas de agua precisamente para pillar a delincuentes que hagan mal uso de ellas, como por ejemplo, fotocopiar billetes o imprimir carátulas de discos de música. La gente de a pie no lo sabe, pero el gobierno de los Estados Unidos obliga a los fabricantes de este tipo de dispositivos a que dejen el número de serie de la máquina codificado.
—¿A fabricantes de fuera de su país también? —preguntó extrañado. A veces se sorprendía del alcance de la CIA.
—No, hombre, sólo a los de la OTAN y a los Territorios Ocupados.
—Entiendo. Prosigue.
—Estos cinco puntos están distribuidos de tal manera que sus distancias y posiciones entre ellos se traducen a un número de cuarenta cifras.
—Y lo imprimen en tinta invisible.
—No sé cómo lo imprimen, pero es sensible a la luz negra.
—Pero todo eso debe de ser carísimo.
—Claro, ¿por qué cree usted que son tan caros estos cacharros?
—Pensaba que era por el Nuevo Canon Digital.
—Bueno, eso también —admitió Ernest.
Un segundo de pausa después, el informático cabeceó e hizo un gesto con las manos que venía a decir que, bueno, eso no era lo importante, sino lo siguiente:
—El caso, que he cogido las marcas y las he introducido en la base de datos del FBI que correlaciona marcas de agua con números de serie de impresoras.
—Un momento, ¿tenemos acceso a esa base de datos? —No recordaba que el CSIC pudiera tener tan buenas relaciones con el FBI, sobre todo después de aquel caso famoso que todos recordaréis y que huelga citar, sí, el de ese actor de cine, exacto. Se lió parda, ¿eh? Pues eso.
—Emmm... Bueno, legalmente no podemos, espero que no le importe.
—No, no... Ningún problema —dijo a sabiendas que, de otro modo, deberían rellenar inmensas solicitudes y dar al FBI todos los datos de su investigación—. Sigue, sigue.
—Pues eso, con el número de serie en mis manos, vino lo más fácil. Fui buscando ese número de serie entre las bases de datos de las distintas empresas fabricantes. Empecé, claro está, por las más comunes y obtuve resultados satisfactorios.
—¿Y se nos permite consultar esas bases de datos de los fabricantes? —No recordaba que el CSIC tuviera tan buenas relaciones con las empresas fabricantes de impresoras, sobre todo desde que contrataron un renting y se negaron a pagarlo, quedándose las quince impresoras-fotocopiadoras-escáner láser a color prácticamente gratis y luego comprando los tonners de tinta a las empresas de reciclaje, cuando todavía no estaban estas ilegalizadas.
—En teoría no, pero como nos lo ponen tan fácil...
—Vale, vale. Sigue.
—Pues bien, una vez encontrado el número de serie de la impresora, eso me dio el modelo y en qué comercio se distribuyó y se vendió. Se trata de una HP LaserJet Series 7750 XP y se vendió en un MediaMarkt. Una vez averiguado el punto de venta, sólo tuve que entrar en su programa de gestión integral ERP y averiguar todos los datos. Fecha de la compra, importe, código postal y...
—¡Y su nombre! ¡Ya le tenemos! —No recordaba buenas relaciones con el MediaMarkt, más bien lo contrario, después de cierta redada policial que destrozó un local, pero obvió el comentario en vistas a su clara excitación y la poca relevancia en el asunto que pudiera tener la legalidad del procedimiento.
—Y tendría su nombre si el tipo hubiera pagado con tarjeta, pero lo hizo al contado, en efectivo.
—¡Mierda!
—Pero sí, su código postal lo sitúa cerca de La Buitrera, así que vamos bien.
—¡Bien!
—Y bueno, falta la segunda noticia...
—Vamos, no me hagas sufrir más o me dará un ataque al corazón.
—Pues como bien dijo su amigo del manicomio, en un foro normal para participar no se pide mucho más que un nick y un correo electrónico.
—¿Has conseguido el correo electrónico de Bigman? ¿Hablaste con los actuales administradores?
—No hombre, no. No ha hecho falta. Como la mayoría de los foros cutres, está hecho con phpNukePay4ever. Bueno, siendo rigurosos, el foro estrictamente dicho es phpBoBoPay4ever —Ante la cara de lelo del capitán Esparza, tuvo que hacer una aclaración—. Para que nos entendamos, es como una plantilla que te permite hacer un foro de forma sencilla sin tener que programarlo. Para webmasters vagos, ya me entiende.
—Ya. ¿Y?
(Nota del autor: yo tampoco entiendo ni papa de esto, pero cuando digo que a veces los personajes escapan a mi control me refiero a este tipo de cosas. Esparza afirma, pero por la cara que pone estoy seguro que él tampoco tiene ni puta idea.)
—Pues que el programa éste proviene de uno que usan los piratas, que es libre, gratuito e indecente: phpNuke con phpBB. Es una modificación del gratuito, pero de pago. O sea, le cambiaron el logo, el color de fondo y poco más. El caso, que todo el mundo sabe cómo está hecho ese sistema porque el código lleva años circulando por los bajos fondos de la red.
»Y si a eso sumamos que está más mal programado que la televisión pública, eso quiere decir que tiene unos agujeros de seguridad bastante alarmantes. No hace falta ser un genio para explotar una de tantas vulnerabilidades y conseguir una contraseña de administrador. Hay tutoriales en la red para conseguir este tipo de cosas en cinco minutos. Con eso ya pude hacerme con el correo de Bigman y sus IP. Efectivamente, como nos había indicado Héctor, esas IP eran de proxys ilegales y sus localizaciones eran tan dispares como Melbourne, Tokio, Carabanchel, Bruselas, Quito, Perejil o La Habana.
—¿Cuba? Pero si ahí no hay internet.
—Efectivamente. Se rumorea que sólo hay un ordenador conectado y es el del momificado Fidel.
—Entonces, ¿de qué nos sirven esas IP?
—De nada, fue simple comprobación. Peeeero... he estado buscando otros Bigman por la red, por otros foros. Había usuarios Bigman en otros foros de economía y bolsa, concretamente seis. En todos ellos conseguí entrar como administrador y verifiqué que tres de ellos eran el mismo personaje porque estaban registrados con el mismo correo. Por desgracia, también sus IP eran confusas.
»Entonces pensé en lo que dijo Héctor Mature: dijo que era un tío muy listo y que sabía de muchas otras cosas aparte de economía, así que busqué en oros foros aunque no tuvieran nada que ver con su aparente ocupación principal. Le cuento la idea: es posible que en los foros de economía el señor Bigman vaya a degüello, se falte con el personal, y por eso necesita usar un proxy para ocultar su identidad, pero si en otros foros se comporta bien, otros foros menos dados a problemas, no necesita ocultarse, simplemente tener otro nick.
—Capto la idea. Pero, ¿por qué no usar siempre un proxy si ya lo tienes todo montado para pasar desapercibido por internet?
—Muy fácil. Por la velocidad de conexión. Cuando navegas a través de un proxy ilegal vas dando demasiados saltos entre servidores muy distantes. Es lo que en las pelis se ve como una ruta que va de país en país. En muchas ocasiones son servidores muy precarios en países subdesarrollados, sin control. Todo eso para llegar a la web de destino. Es como dar un largo y enorme rodeo, y si dieras un rodeo con un Ferrari, pues todavía tira que te va, pero con las conexiones a internet en este país y los de los subdesarrollados, ya sabe, es como ir en un carro tirado por bueyes.
—Con lo cual deduzco que nunca merece la pena estar conectado a un proxy ilegal a no ser que necesites obligatoriamente el anonimato, es decir, para realizar acciones ilegales o armar follón en un foro.
—Eso mismo.
—Así que probaste en los foros de informática y sonó la flauta.
—No, en los foros de informática la gente va también muy a saco, ya sabe, se ponen a discutir que si Windows o Mac, o que si Google es un monopolio, o que si Bing no encuentra una puta mierda. Son peores que los de economía, los de política o los de literatura fantástica. Fue una pérdida de tiempo.
—Vaya por Dios...
—Así que probé en foros más calmados, hasta que encontré dos que me dieron un resultado positivo; encontrando en sus bases de datos el mail registrado, aunque dado de alta no como Bigman, sino bajo el nick de Bigpoliglotal en aprendeesquimal.com y como Bigwoman en tuslaboresdeganchillo.net.
—La madre que lo parió. ¿Idiomas y labores? ¿Hacerse pasar por una mujer? Creo que es más vergonzoso esto que su mal gusto por la economía y la informática. En estos foros yo usaría el proxy ése. ¿Y te han dado esas IP una dirección postal dónde ir a por este tío? ¿Ha sido tan estúpido como para no usar un proxy ilegal aquí?
—Sí, eso es. Aunque la dirección postal es en realidad una dirección aproximada. Las IP comunes no dan para mucho más. Como sabrá usted —sabía que no lo sabía, pero no quería ofender más de lo necesario a la mano que le daba (poco) de comer— las IP domésticas son dinámicas, con lo que cambian constantemente, aunque dentro de un rango determinado que corresponde a una zona geográfica concreta. En este caso tenemos los siguientes datos: un radio de un par de manzanas y una empresa proveedora de internet, una tal Telefónica. Y ya le adelanto que el código postal coincide. Lo tenemos acorralado.
—Entonces le tenemos cogido por las pelotas —dijo Esparza emocionado, alzando su mano como si fuera la garra de un águila y cerrándola con fuerza hasta transformarla en un puño—: sólo tenemos que acordonar esas dos manzanas, eliminar de antemano los hogares que no tengan contrato con Telefónica y registrar casa por casa a ver quién tiene una impresora HP del modelo ése que me comentaste. Podemos verificar el número de serie incluso —y terminó triunfal—: Y el que la tenga en su casa se va a cagar.
—¿El que tenga qué? —interrumpió la voz de Cristine que entraba en ese momento al despacho de Esparza.
—El que tenga en su casa una impresora concreta. ¿Necesitas algo, Cristine?
—Oh, no. Simplemente era para entregarte el certificado médico de Vladimir Petrescu que le solicitaste al gerente de la Seguros Peninsular. No sé por qué me lo han enviado a mí, porque yo no lo necesito. ¿O quieres que le haga las pruebas de análisis genético para ver si coinciden?
—No, no... Eso nos saldría bastante caro y no nos llevaría a ningún sitio. ¿Encontraste algo anormal en el certificado a nivel formal?
—Uhm, no a simple vista. Todo parece en orden. Me gustaría de todas formas comparar los resultados aunque fueran grosso modo. El gasto sería el mínimo.
—El mínimo que sigue siendo mucho, que el presupuesto no está para muchos trotes. Bueno, trae para acá ese certificado que le eche un vistazo. No me fío un pelo, seguro que se te ha escapado algo.
Cristine le alargó los papeles de mala gana y él los hojeó como si entendiera la jerga médica (Nota del traductor: Hojear de hoja, no de ojo, por eso lleva hache, listillos), observando detenidamente los resultados de los test. Y cuando llegó al final sí que entendió una cosa: ni más ni menos que el nombre del médico que firmaba el certificado, lo cual le puso en alerta, encendiéndosele una bombillita roja en su cabeza y no era de las de bajo consumo, sino de las que le alertan a uno que hay gato encerrado y que alguien está cometiendo un grave delito. Olfato, diría un detective de novela Negra. Sentido arácnido, diría algún friki. Intuición femenina, diría una mujer casada. Me lo ha dicho un muerto, diría la médium esa de Telecinco.
—¿Doctor Carlos Casas? —dijo con aire misterioso—. Cristine, me parece que sí que voy a querer que le hagas a nuestro huésped de la morgue las pruebas de ADN pertinentes y comparar los resultados del Doctor Casas. Pero por encima, margen de error del 10%, ya me entiendes. Será suficiente.
—Entendido, jefe, pero, ¿qué ocurre con el tal doctor Carlos Casas? ¿Le suena el nombre acaso?
—¿Sonarme, Cristine? Yo diría que más que sonar, repican las campanas. —Se levantó de su asiento, se colocó las gafas de sol y mientras salía del despacho apostilló —: Y en estéreo.